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El descubrimiento de Chichén Itzá

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Antes de que Chichén Itzá alcanzara gran fama mundial y que sea visitado por gente de todo el orbe en la era actual, tuvieron que pasar muchos años para restaurar y prácticamente reconstruir las grandes pirámides y toda la ciudad maya, que en la actualidad es la más visitada en todo el país y más en estos días y horas previas al equinoccio de primavera.

En el año 1875, Chichén Itzá fue descubierto tras siglos de estar oculto en la selva, entre la densa vegetación. Aunque existen crónicas que ya hablan de la ciudad maya en 1528, fue la que expedición de Augustus Le Plongeon la primera en realizar una excavación arqueológica.

La enorme pirámide escalonada, conocida como El Castillo de Chichén Itzá o Pirámide de Kukulcán, domina los 6.5 km cuadrados de la antigua ciudad, que prosperó desde aproximadamente el año 600 d.C. hasta el siglo XIII. De acuerdo con el sitio Mérida de Yucatán.com, cuando llegaron los españoles Chichén Itzá tenía casi tres siglos de estar abandonada. Hoy es una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

En el siglo XIX el lugar despertó enorme interés entre estudiosos y viajeros, como John Lloyd Stephens acompañado del arquitecto y dibujante Frederick Catherwood, fueron en busca de la ciudad perdida para plasmar en varios libros su experiencia por medio de información y dibujos.

Edward H. Thomson fue otro explorador estadounidense, arqueólogo inspirado en los escritos de John Lloyd Stephens, llegó a Mérida en 1885 y desde entonces pasó la mayor parte de su vida en Yucatán. Aunque cuando arribó solo hablaba inglés, aprendió español rápidamente y también logró hablar el idioma maya fluidamente.

Thomson fue uno de los saqueadores del cenote sagrado, ya que en 1893 compró la hacienda Chichén Itzá, para luego instalar una draga a la orilla del cenote y utilizarla en el año 1904 a 1911. Fueron siete años en los que sacó numerosos artefactos de oro, cobre, jade y ónix, así también muestras de ropas, armas de madera, esqueletos humanos y de animales, y muchas piezas arqueológicas que trasladó y vendió ilegalmente en su país.

Hacia 1918 llegó Sylvanus Morley, un arqueólogo que se puso a restaurar la antigua Chichén Itzá (reconstruyó El Castillo). Para el financiamiento de su proyecto, se propuso un sistema de contribuciones provenientes de suscripciones públicas, que además tenía la intención de estimular el turismo en la zona. El lugar se convirtió en escenario de grandes excavaciones y restauraciones ejecutadas tanto por el gobierno mexicano como por la Institución Carnegie de Washington, y en las imágenes de la época aparecían andamios rústicos, camionetas y rieles, la infraestructura y los obreros que se encargaban de excavar los grandes montículos de tierra que se habían formado sobre las estructuras mayas y a darle la forma que conocemos hoy en día.

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, hubo varios proyectos dirigidos por arqueólogos destacados, tales como Alberto Ruz, Jorge Acosta y Román Piña Chan. Su trabajo, sin embargo, fue fundamentalmente de consolidación y mantenimiento.

En la década de 1960, el Cenote Sagrado volvió a ser el centro de atención de los trabajos llevados a cabo en Chichén Itzá. Si bien se concentraron esfuerzos considerables en el rescate de los artefactos que aún pudiera contener, los resultados fueron más magros de lo que se había supuesto y el trabajo acabó por ser descontinuado. A finales de la década de 1970, se consolidaron las fachadas Sur y Este del Castillo, en tanto que en la temporada de campo 1990-91 se restauró la mayor parte del conjunto occidental de columnas, así como una gran área de la estructura conocida con el apodo de Edificio de las Mil Columnas y el llamado Mercado. El más reciente director de excavaciones en el sitio es el Dr. Peter Schmidt, quien no sólo dirigió el Proyecto Especial de Chichén Itzá entre 1992 y 1994, sino que ha continuado trabajando en el sitio, tanto en labores de mantenimiento como de restauración de nuevas estructuras. Uno de sus resultados más notables es la reconstitución del edificio conocido como Tumba del Gran Sacerdote, y más recientemente han aparecido nuevos descubrimientos que merecen un capítulo aparte.

Texto: Manuel Pool Moguel

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