La tensión comercial entre Estados Unidos y Canadá alcanzó un nuevo punto álgido este martes cuando el presidente Donald Trump anunció que duplicaría los aranceles sobre el acero y el aluminio canadienses del 25% al 50%. Sin embargo, solo seis horas después, la Casa Blanca dio marcha atrás en la medida, generando incertidumbre en los mercados y en la relación bilateral. La declaración llegó luego de que el Primer Ministro de Ontario, Doug Ford, anunciara la suspensión del recargo del 25% sobre la electricidad exportada a EE.UU.
La relación comercial entre ambas naciones se ha visto afectada en los últimos años por las medidas proteccionistas de Trump, quien ha argumentado que los aranceles buscan proteger a los productores estadounidenses. En este sentido, el primer ministro entrante de Canadá, Mark Carney, calificó los aranceles de Trump como “un ataque a los trabajadores, las familias y las empresas canadienses”.
El anuncio de los aranceles y su posterior cancelación provocaron volatilidad en los mercados. La posibilidad de una guerra comercial afectó al índice S&P 500, que cerró con una baja del 0,76%, mientras que el Dow Jones cayó 1,14%. Mientras tanto, Trump enfrenta un dilema entre su retórica proteccionista y su imagen como un líder pro-empresa. Sus aranceles afectan no solo a Canadá y México, sino que también planea extenderlos a China, Europa, Brasil y Corea del Sur, lo que podría desencadenar una escalada global de restricciones comerciales.
El tira y afloja entre EE.UU. y Canadá refleja la naturaleza errática de la política comercial de Trump, que ha oscilado entre amenazas y concesiones. Con los mercados en vilo y los líderes empresariales preocupados, la pregunta es: ¿seguirá Trump jugando con fuego en el comercio internacional?